El Acuerdo de París en su laberinto: ¿Dónde está la ambición?

El Acuerdo de París en su laberinto: ¿Dónde está la ambición?

¿Qué significa la ambición climática? ¿Cómo se puede medir, traducir, significar? Tras una nueva cumbre climática de la que nadie se declara conforme, el mundo entró en el que será el año clave para el Acuerdo de París. Esta semana, una alianza de países latinoamericanos, africanos y asiáticos, que representan solo el 15% de las emisiones globales, se han comprometido a ser carbono neutral ante el silencio de las potencias mundiales.

Greta Thunberg, la cara más reconocible del movimiento por la acción climática, pasó el último año recorriendo el mundo con su mensaje. Desde Katowice, Polonia (COP24), cuando pocos la conocían, la algarabía que desató en Nueva York con su “¿cómo se atreven?” en Naciones Unidas, su mediático viaje de vuelta a Europa en un barco cero emisiones y su premio como ‘Persona del Año’ de la revista Time. Greta fue la estrella del año en el que todos hablaron del cambio climático.

En cada uno de sus discursos antes de la COP25, Thunberg habló de la ciencia, de los últimos informes del IPCC que nos advierten de la catástrofe a la que nos adentramos cada vez más y de cómo el presupuesto de carbono que tenemos se agota cada día más por culpa de las grandes empresas contaminantes.

De pie ante el plenario de la COP25, el mensaje de la joven de 16 años fue otro: “La política que necesitamos no existe hoy día, pese a lo que digan los líderes mundiales. Creo que el mayor peligro no es la inacción, el verdadero peligro es cuando políticos y CEOs dicen que la acción real está pasando cuando en realidad no hacen nada más que contabilizaciones inteligentes y relaciones públicas creativas”.

¿Entendió Thunberg que la respuesta a la crisis climática no saldría de ese espacio?

*

El miércoles 11 de diciembre, Carolina Schmidt, presidenta de la COP25, dijo que “el gran legado de Chile será generar el ‘turning point’ o cambio de rumbo que permita implementar el Acuerdo de París, aumentando la ambición, transversalizando la acción climática y subiendo nuevos actores a la mesa”.

Cuatro días después, la opinión transversal era que la Cumbre del Clima en Madrid había fracasado. Y es que nadie está abiertamente conforme con los resultados de la cita. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien dijo sentirse “decepcionado” del resultado. La propia ministra de Medio Ambiente chilena dijo que los acuerdos alcanzados “no eran suficientes”.

El gobierno chileno fue uno de los principales focos de críticas, al ser incapaz de liderar las negociaciones hacia un resultado que avance concretamente en limitar el calentamiento global. Y si bien se enfrentó con la oposición sostenida de unos pocos países -quienes desde el primer día se negaron a negociar-, la manera en cómo se relacionó con sus pares, desoyendo sugerencias y negociando solo con los grandes contaminantes, marcó la molestia de varios países hacia el final de la cita.

En junio, en la Conferencia intersesional de Cambio Climático que se desarrolló en Bonn, Alemania -donde los países adelantan algunas negociaciones que después continúan en la COP-, Carolina Schmidt dijo que el objetivo número uno de la COP será “aumentar la ambición en tres áreas: Mitigación, adaptación y términos de implementación. Será la COP de la implementación. Debemos pasar de la implementación a la acción”.

Desgranando la ambición

¿Cómo se traduce la demanda por mayor ambición climática que millones de ciudadanos han demandado este año a lo largo del mundo?

En los primeros días de la Cumbre, una periodista le consultó a Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas por el Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés) cómo se podía entender la tan repetida ambición.

-No tenemos un ítem en la agenda que se llame ambición. Por lo tanto, no es que esperamos tener una decisión específica al respecto. Sin embargo, hay muchos elementos de la agenda y hay muchos eventos y diálogos de alto nivel en los que se espera que se aborde el tema de aumentar la ambición-, respondió.

El Acuerdo de París, firmado por todos los países que son parte de Naciones Unidas en 2015, establece la meta de limitar el calentamiento global bajo los 2°C e idealmente en 1,5°C. Hace más de un año, el Panel Intergubenemantal de Expertos en Cambio Climático (IPCC) dio cuenta con evidencia certera de que los objetivos del Acuerdo de París son insuficientes: Si la principal meta es evitar que la tierra supere los 1,5°C desde la era pre industrial, con los compromisos de los países vamos rumbo a los 3,2°C.

La principal herramienta para combatir el cambio climático que creó el Acuerdo son las “contribuciones nacionales determinadas” de cada país. NDC, por sus siglas en inglés, un compromiso de cada parte que suscribe a París en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero para cumplir con los objetivos del tratado.

París no regula el contenido de las NDC, pues Naciones Unidas no interfiere en la política interna de los países. Cada parte debe presentar sus compromisos, pero hay bastante ambigüedad al conocer los detalles, partiendo por el hecho de que no hay obligación alguna en cumplirlos o no. Y ahí uno de los problemas con el resultado de la COP.

El texto final de la Cumbre -titulado “Santiago-Madrid Time for Action”- reconoce que hay una “significante brecha” existente entre lo que los países han comprometido hasta el momento y lo que la ciencia dice que es necesario para detener el calentamiento global.

2020 es el año clave para París. El Acuerdo comienza su vigencia después de cinco años donde no hubo mayores avances, pero al mismo tiempo creció la presión y las expectativas a que los gobiernos se hagan cargo de la crisis. Este año, todas las partes están llamadas a comunicar nuevas NDC que sean progresivas en sus metas respecto a las anteriores. Los que se trazaron una meta para 2025, deben entregar una nueva NDC, los que lo hicieron para 2030, deben actualizar. Para la COP26 en Glasgow, podremos proyectar los compromisos y las emisiones de la década. Y estos compromisos valdrán por cinco años.

Sue Biniaz fue una de las articuladoras del texto del Acuerdo, como negociadora de Estados Unidos. Ella misma reconoce que, en verdad, no hay obligación legal para que los países aumenten su ambición. “Es la ciencia, más que París per se, el porqué los países deben mejorar sus NDC”, dijo a Climate Home News. El texto lo que dice es que las partes deben “recomunicar” sus compromisos. Nada impide que presenten el mismo plan que hace cinco años.

Desde antes de la COP se sabía que los grandes emisores -China, Estados Unidos, India y Brasil- no iban a comprometerse a nada nuevo. Sí se esperaba un emplazamiento fuerte a que en 2020 lo hicieran y es por eso que el borrador presentado por la Presidencia chilena causó tanta molestia en la sociedad civil el sábado. No se avanzaba nada respecto a lo acordado en 2015.

El discurso de la ambición era prioridad para la gran mayoría de los grupos negociadores que funcionan en la UNFCCC: Para los africanos, latinoamericanos, los menos desarrollados, las pequeñas islas insulares e incluso para la Unión Europea.

Sin mayor llamado a la ambición en el texto, las negociaciones tampoco dejaron un buen recuerdo en la materia, sobretodo en el avance progresivo que suponen las NDC. Desde hace años que los países discuten la agenda de “common metrics”: cómo medir y reportar las emisiones de gases que no son el CO2 -como el metano o el óxido nitroso-, como convertirlas a la unidad conocida como “CO2 equivalente” y después reportarla, a fin de tener un registro cada vez más preciso del problema.

Este es uno de los tantos temas que año a año se negocian en las COP. Y es el reflejo donde lo “técnico” de las discusiones esconden un micro-mundo de negociaciones políticas y juegos de poder. En la COP25, China bloqueó las principales discusiones relativas al ítem “Transparencia”, sobre cómo se reportan las NDC, cómo llevar adelante las mediciones y cómo informarlas a la UNFCCC. La idea es que exista un parámetro común para todos, pero eso no existe hasta ahora. La negociación, que tiene que ver, a fin de cuentas, con cómo se implementan las promesas, quedó suspendida. Se volverá a discutir en la COP26.

Otro tema tiene que ver directamente con las NDC son los llamados “tiempos comunes”. Hay un acuerdo, cerrado en la COP24, de que todos los países presentarán sus NDC al mismo tiempo. ¿El problema? No está definido cada cuánto. Lo que parecía una decisión simple -o eran cinco o eran 10 años- se transformó en un problema. Llegaron a existir ocho opciones de votación en la mesa de negociación, incluyendo a Estados Unidos, Canadá y el grupo árabe pidiendo que se decida recién en 2023. Finalmente, tras petición de China, la discusión se aplazó para el próximo año.

Sin tiempos fijos para la NDC, resulta sumamente difícil crear un nuevo compromiso, pues se desconoce cuál será el año común de objetivo de todos. Y más se dificulta al no existir reglas claras sobre cómo medir e informar de las emisiones. Mientras más se demoran los países en decidir, más tarde se hacen las planificaciones, de mediano y largo plazo. En el intertanto, seguimos bombeando la atmósfera de gases contaminantes que seguirán ahí por años calentando el planeta.

Los que sí avanzan

Chile quiso desde el primer minuto hacer de esta la “COP de la ambición”, reflejado incluso en el hashtag creado por la presidencia: #TiempoDeActuar (#TimeForAction). Con la muy entrecomilladas “obligación” de los países de enviar nuevas y mejores NDC para 2020, la apuesta que el propio secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, le encargó al presidente chileno Sebastián Piñera fue impulsar una “Alianza por la Ambición”.

Lanzada en septiembre durante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, se trata de una coalición de países, ciudades y empresas comprometidas con alcanzar la carbono neutralidad en 2050.

Liberada recién esta semana (casi un mes después del fin de la COP), la lista sigue demostrando que los países que lideran en la materia son precisamente los que más sufren de la crisis climática. El listado publicado por el gobierno de Chile, sumado al conteo que lleva el Climate Watch del World Resources Institute, muestra que hay 108 países comprometidos con actualizar sus NDC este año. Además, 94 países (considerando que la Unión Europea funciona como uno en estos procesos) están por la carbono neutralidad para 2050. Ambos listados rondean el 15% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

“Son muchos países y pocas emisiones. Pero si fuera fácil no estaríamos en esto. Lo importante es que hemos sumado a varios, está Canadá, la Unión Europea”, dice Gonzalo Muñoz, el “High-level Champion” de la COP25. El cargo consiste en integrar a actores no estatales en el proceso de la UNFCCC. Chile es el primer país de la historia que ostenta la presidencia en nombrar a un empresario en el cargo. Ingeniero comercial, Muñoz es dueño de Tri-ciclos, una empresa de reciclaje.

“Esto se trata de acelerar el tranco. La ambición es cuán rápidamente estamos dispuestos a resolver el problema. La ciencia y la calle nos piden que sigamos el informe del IPCC. Eso es para nosotros la ambición”, afirma.

A la alianza de carbono neutralidad también se sumaron cientos de ciudades y empresas alrededor del mundo.

Contrario a lo que puede parecer a primera instancia, la ‘carbono neutralidad’ no significa que la emisión de gases de efecto invernadero sean cero. Significa que si a las emisiones se les descuenta la captura de carbono por parte de los sumideros naturales, se llega a cero. Es un “neteo” que para puede incluso permitir que se sigan quemando combustibles fósiles que son “compensados” en otros lugares del mundo.

En la COP25, Ana Patricia Botín, presidenta del banco Santander tuvo un lugar estelar en el plenario principal, mostrando los planes del banco español para convertirse en carbono neutral en los próximos años. El banco español aportó 1 millón de euros al desarrollo del evento, según un estudio de Corporate Europe, y además invirtió 6.733 millones de euros en proyectos de combustibles fósiles en 2018.

Y ahí otra de las grandes contradicciones: Un banco puede ser “carbono neutral” invirtiendo en proyectos renovables en América Latina mientras sigue financiando el petróleo en Asia.

La palabra “combustible fósil” no está en ningún lugar del Acuerdo de París. Leo Roberts, investigador del Overseas Development Institute, resume así el verdadero desafío de París:

“Hasta que los países y las partes interesadas (particularmente las empresas) se comprometan a dejar los combustibles fósiles en el suelo, las posibilidades de mantener la calefacción global por debajo de 1.5 ° C son escasas”.

Ya en las primeras semanas del año clave para nuestro futuro, resuena la ira con que Mohamed Adow, activista climático de Kenya, se refirió a los resultados de la COP25: “Si hubo un momento en la historia en que los gobiernos la cagaron (fucked up), diría que es aquí en Madrid. Es la gente alrededor del mundo la que debe levantarse ahora y salvar el planeta”.

*Este artículo fue publicado originalmente en LatinClima el 18 de enero de 2020.

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Mediciones de calidad del aire en Santiago de la última semana muestran menos índices de material particulado producto de las cuarentenas voluntarias en la capital, cifras que se repiten en las grandes metrópolis del mundo. Pero los expertos son claros: El Covid-19 no es un respiro para el plantea del calentamiento global.

El aire que respiramos en Santiago está más limpio que hace dos semanas, antes de que se empezaran a implementar las primeras cuarentenas voluntarias por la crisis sanitaria producto del Covid-19.

Marcelo Mena, ex ministro de Medio Ambiente, hizo el análisis de los efectos de la cuarentena voluntaria en la calidad del aire en la capital, junto a Andrés Pica y Paulina Schulz, del Centro de Acción Climática de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Analizaron las cifras del Sistema de Información Nacional de Calidad del Aire, del Ministerio de Medio Ambiente, y confirmaron una reducción en los índices de óxido de nitrógeno (NOx) y material particulado (MP2.5).

Esto se debe principalmente a un menor movimiento de automóviles en la capital. La contaminación atmosférica en Santiago proviene principalmente de la industria (30%) y del transporte (31%). El análisis comparativo de febrero y marzo de los últimos tres años muestra una reducción significativa de la contaminación en las últimas dos semanas. Específicamente, la estación que mide la calidad del aire ubicada en la zona de Cantagallo, en Las Condes, muestra que el NOx se ha reducido en un 54% y el MP2.5 en un 38%. Han bajado también los peaks de congestión de vehículos que se identificaban entre las 7 y 9 am y entre las 19 y 22 pm, horas de alto tráfico.

El análisis estima “una reducción de mortalidad prematura en torno a 1053 casos”, considerando que en Chile más de 3 mil personas mueren al año producto enfermedades relacionadas a la contaminación del aire.

Raúl Cordero, climatólogo y académico del Departamento de Física de la Universidad de Santiago, llegó a la misma conclusión utilizando la red de monitoreo global Aeronet de la Nasa, que tiene la Usach. Se trata de una medición de “aerosoles”, que son las partículas en suspensión en el aire, entre las que está el material particulado generado por fuentes fijas (industrias) y fuentes móviles (vehículos). El análisis muestra que el espesor óptico de Aerosoles en Santiago bajó entre un 20 y 25% entre el 15 y 25 de marzo en Santiago, debido a la menor circulación de vehículos particulares.

“Es una reducción de lo que producen los vehículos. Si siguen funcionando las industrias y el transporte público, no va a haber una reducción más significativa”, dice Cordero, aunque afirma que “sí habrán menos muertes prematuras asociadas a la contaminación”.

Menos contaminación y emisiones, no menos crisis

Los efectos del Coronavirus en la calidad del aire y en niveles de emisiones de gases de efecto invernadero ya se reflejan en todo el mundo. Por ejemplo, un laboratorio en Estados Unidos utilizó una herramienta de recolecta datos de celulares respecto a los movimientos de las personas a lo largo del día. Las estadísticas muestran una baja drástica en viajes en autos en Estados Unidos, Singapur, Hong Kong, Indonesia y Malasia.

Lo mismo con las mediciones de NOx en el ambiente. Imágenes satelitales, captadas por la Agencia Espacial Europea, muestran una clara caída en China, Japón y Corea. Esto provocará, tal como explica Raúl Cordero en el caso chileno, una baja en las muertes producto de la contaminación, las que la Organización Mundial de la Salud contabiliza en siete millones de personas al año.

La contaminación también se ha reducido en Londres, Roma, Milán y París hasta en un 30%, al igual que en otras ciudades de Europa producto de la cuarentena que sacó a los vehículos de la calle.

En cuanto a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), principales causantes del calentamiento global, ya existe evidencia de que la cuarentena obligatoria en China llevó a una reducción de un 25% de uso de energía y emisiones, según un análisis de Lauri Myllyyirta del Center for Research on Energy and Clean Air.

En el Observatorio Mauna Loa de Hawai, una de las principales fuentes de medición de los GEI en el mundo, científicos han estado monitoreando la atmósfera para ver cómo la pandemia del coronavirus impactará en sus registros. Hasta el cierre de este artículo, el Covid-19, que ha cobrado la vida de más de 25 mil personas en todo el mundo, está desacelerando la economía global y reduciendo el uso de combustibles fósiles en automóviles, plantas de energía y fábricas que emiten dióxido de carbono (CO2).

Sin embargo, pese al parón mundial, el cambio no debería ser tan grande. Ralph Keeling, profesor de la Scripps Institution of Oceanography en San Diego y principal investigador en el observatorio en Hawai, dijo a Climate Home News, que el uso global de combustibles fósiles tendría que disminuir en un 10% durante un año completo para aparecer en las concentraciones de CO2.

“Esto no tendrá ningún impacto significativo en el cambio climático”, dice tajante Raúl Cordero. “La crisis climática no es consecuencia de las emisiones de un año, es consecuencia de las emisiones acumuladas en 100 años. Si detienes completamente el planeta, emites cero, pero igual se continuaría calentando el planeta 30 años más, porque el daño producido en la atmósfera es tan grande que una cuarentena no tendrá un efecto significativo. Requiere un esfuerzo colectivo de largo plazo mucho más intenso que una cuarentena de unos meses, lo que nos pone en perspectiva de lo enorme que es el desafío”, explica.

¿Qué viene ahora?

Para Anahí Urquiza, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académica de FACSO de la Universidad de Chile, la mirada acotada de esta crisis es quedarse con la idea de que “la naturaleza se recupera, los animales transitan por las ciudades y baja la contaminación. Eso es solo momentáneo. El riesgo es lo que viene después, porque lo tentador será activar la economía con las mismas herramientas que se han utilizado hasta ahora”, afirma.

Para académica, es necesario empezar a esta discusión ahora, “aunque sea difícil hablar de algo ahora que no sea la gente que estamos perdiendo. Pero si no ideamos desde ya un plan de reactivación que cambie la forma de relacionarnos con la naturaleza, estaremos entregando soluciones para que de nuevo una crisis nos estalle en la cara”. Urquiza asegura que la presente pandemia nos habla también de la soberbia: “Existe esta ilusión de que somos autónomos de la naturaleza, de que tenemos la capacidad de controlar la vida al punto que el entorno no nos afecte, pese a que la evidencia científica nos decía hace años que esto podía explotar. Y al igual que con el cambio climático, no se tomaron acciones, por la confianza de que con la tecnología se iba a enfrentar”.

En 2007, cuatro microbiólogos de la Universidad de Hong Kong publicaron un estudio donde advierten de que la aparición de un nuevo tipo de coronavirus sería “una bomba de tiempo”. Y en la misma línea, científicos de todo el mundo han estado estudiando la aparición de nuevas pandemias y su relación con la destrucción de ecosistemas naturales; cómo las enfermedades zoonóticas (que se transmiten de animales a humanos) vienen después del desmantelamiento de ecosistemas.

Marcelo Mena cree que el desafío ahora será impulsar la economía con el cambio incluido. “Para reemplazar la economía sucia hay que crecer. Si queremos tecnologías limpias, necesitamos crecimiento”, dice, pero cree que debe ser sobre una base de sustentabilidad, “con aspectos sociales, económicos, y ambientales en equilibrio”.

Menciona, por ejemplo, los paquetes de reactivación económica que impulsó el gobierno de Barack Obama en 2008, que estableció nuevas normas de emisión para fabricantes de automóviles y “se condicionó la ayuda económica a mejores estándares. Eso se tradujo en mejoras en eficiencia económica”.

“Si sabemos que le transporte aéreo va a estar en problemas, entonces ellos tienen que someterse a tecnologías bajas en emisiones de ahora en adelante, cumplir el compromiso de descarbonización al 2050. Eso se discute ahora en Europa y Estados Unidos, pero también se tiene que aplicar acá en Chile”, opina el ex ministro de Medio Ambiente.

En la misma línea, Anahí Urquiza cree que tras la crisis sanitaria se deben estimular las “economías verdes, la economía circular. Y hay muchas formas de hacerlo, que permiten avanzar a un modelo sustentable, pero eso requiere planificación y estar dispuesto a cambiar el modelo. Es una decisión compleja, pero hay que tener esa conversación”. Menciona que Chile tiene la oportunidad de acelerar el tránsito a energías renovables, potenciar la economía circular, reducir el consumo de materias primas y alcanzar una sociedad más justa.

“No olvidemos que estamos en medio de una crisis social profunda. Todas las desigualdades se van a ver exacerbadas. La gente que ya está muriendo en esta crisis es la más vulnerable”, asegura.

En 2009, tras la crisis financiera global -que coincidió con el último registro de disminución de gases de efecto invernadero en el mundo- llamó a un “Green New Deal” global para terminar con dependencia de los combustibles fósiles y crear trabajos sostenibles.

Sin embargo, ya hay señales en el sentido contrario. Esta mañana se supo que la administración de Donald Trump en Estados Unidos disminuirá las regulaciones ambientales que pesan sobre las industrias contaminantes para ayudarlas a hacer frente a los impactos del coronavirus. La medida permitirá que las plantas de energía, las fábricas y otras instalaciones determinen por sí mismas si son capaces de cumplir con los requisitos legales para informar sobre la contaminación del aire y el agua.

En tanto, Naciones Unidas ya postergó la crucial “COP de la biodiversidad” que estaba programada para octubre de este año en China, producto del brote de la pandemia. Se esperaba que de ahí saliera un documento tipo “Acuerdo de París” que comprometiera a los países a mayores esfuerzos en la materia. También se han postergado reuniones claves para la COP26, que debiera realizarse en noviembre en Glasgow.

Este año, además, comienza la aplicación formal del Acuerdo de París, por lo que los países deben entregar una actualización de sus planes de reducción de emisiones de GEI (NDC). Hasta ahora, solo las Islas Marshall, Surinam, Noruega y Moldavia han entregado su propuesta. La NDC de Chile estaba siendo revisada por el Consejo de Ministros para la Sustentabilidad y se esperaba su publicación para la próxima semana, pero dicha fecha ha quedado también en la incertidumbre producto de la crisis sanitaria.

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